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El problema de la locomoción en Maipú fue, junto al del agua potable, un conflicto que se arrastró desde los orígenes de la comuna. Por su posición periférica en relación al centro de la región metropolitana, los desplazamientos desde la comuna hacia otros puntos de la capital estuvieron siempre marcados por un signo traumático. Múltiples son los reportes en prensa y actas municipales que refieren continuas peticiones, tanto de la comunidad en general como por parte de las autoridades de turno, sobre la necesidad de contar con un sistema de transporte colectivo eficiente.

Fue José Luis Infante quien dio inicio a los intentos por crear una empresa municipal de transporte; pese a las buenas intenciones, el sistema se veía boicoteado por adquisiciones de maquinarias en mal estado, convenios con empresas del rubro que no cumplieron con lo acordado o derechamente mala gestión de la Municipalidad para organizar la frecuencia y recorrido de los buses; por lo mismo, el proyecto necesitó siempre de continuas soluciones y mejoramientos para aliviar las penurias de los maipucinos que, con el paso del tiempo y el incremento de la población, realizaban una alta demanda en este ítem.

Para 1955, con una población que sobrepasaba los quince mil habitantes, el Municipio autorizó la compra de catorce buses marca Fiat al Instituto Nacional de Comercio, Inaco, por un monto de veinte millones de pesos, dinero que se había obtenido mediante un préstamo facilitado por el Banco del Estado a la Municipalidad de Maipú.

Para 1957, el alcalde Pérez Llona, en colaboración directa con el Regidor José Luis Infante, dieron cuenta de sus gestiones que habían realizado para obtener cotizaciones para la adquisición por un lado, de buses carrozados o chasis de vehículos motorizados, y complementariamente, carrocerías para revestir a los chasis. Para ese efecto, la empresa Chilean Autos S.A. representantes de la fábrica “Dodge”, ofrecía chasis de camiones desarmados por el precio de unitario de US$ 2.460, aproximadamente. Se trataba de maquinarias que poseían una distancia de entre ejes de 217 pulgadas, motor de 6 cilindros con 130 HP, con una capacidad de más o menos 80 personas. La entrega se efectuaba a los 120 días después de ordenada la adquisición. Como gasto adicional, se debía pagara a Chilean Autos S.A. una comisión del 10% sobre el valor comprado.

Con respecto a las carrocerías que se hacían en Chile, se había barajado la oferta de parte de Juan Ortega, industrial especializado en carrocerías. Se trataba de armazones metálicos, con capacidad para instalar un total de 39 asientos. El precio de cada una era de $ 1.600.000 por unidad, cancelándose 50% al contado y saldo en 8 letras de $ 100.000 cada una, a contar de la entrega de la máquina.

Persuadidos de la conveniencia de estas propuestas, la Honorable Corporación Municipal acordó por unanimidad, adquirir cuatro chasis “Dodge”, en la forma y condiciones ofrecidas por sus representantes en Chile, Chilean Auto S.A., y ordenar la confección de las carrocerías al señor Juan Ortega B., aceptando su oferta detallada.

Casi diez años después, en 1968, el Municipio, para enfrentar la demanda de una población que se empinaba por los cuarenta y cinco mil habitantes, determinó la adquisición de 40 nuevas máquinas, con lo cual la flota de buses logró dar abasto. Hacia fines de los setenta, con nuevas reglas de juego en la administración comunal y con nuevos actores compitiendo por el mercado de la locomoción colectiva, la Empresa Municipal de Transporte deja de existir.

Fotografía : Miguel Aravena

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