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Leonardo di ser Piero nació en Vinci, una provincia de la bella Florencia, el 15 de abril de 1452. Sus contemporáneos lo conoceríamos como el Hombre Universal, representado en el boceto Hombre de Vitrubio que resalta las innumerables cualidades científicas de la época renacentista. Si da Vinci fuese un alumno del siglo XXI, es muy probable que en los recreos lo viéramos pensando en los pasillos, dibujando en su libreta “todo lo que se mueva”, visitando los laboratorios y observando las estructuras del colegio; y los resultados de sus investigaciones serían completamente integrales, y solicitaría a los profesores tanto de los departamentos de humanidades como ciencias formales analizar ciertos fenómenos para que sean publicados en español e inglés en un boletín propio de la unidad educativa.

 

Da Vinci entendía que naturalmente los hombres valientes desean saber lo desconocido, y que este conocimiento debía ser demostrado con matemáticas para tener una experiencia previa a lo que se fundamenta como leyes científicas, por lo tanto, el Hombre Universal definía que la sapiencia es la hija de la ciencia.

 

Si Leonardo estuviera sentado a lado tuyo en el salón de clases, él te solicitaría silencio, apaga el celular y no comas tanta azúcar, concentrémonos y escuchemos al profesor, porque es lo más importante del día, tal como lo realizaba con su maestro Andrea de Verrocchio (1435-1488) de quien aprendió a cuestionar y calcar el mundo. El pensamiento del florentino era muy similar a lo que nosotros intentamos de aprender durante la jornada escolar: el amor intelectual a la naturaleza y un amor dirigido a reproducir sus formas, y ser parte de ellas.

 

Da Vinci te hubiese invitado a que participes en todos los talleres y reforzamientos, porque -según él- el tiempo no supera la realidad, sino que tú lo construyes a medida que tus capacidades se vuelvan más perfeccionistas, y cuando sean éstas satisfechas sonreirás como la primera vez que lo intentaste. Y si fracasas en ello, por las notas o simplemente por frustraciones o desánimos, aquel Hombre de Vitrubio te dirá: -“Si nos entregamos a la práctica sin ciencia, somos como el navegante que se embarca en una nave sin remo ni brújula.”

 

Leonardo da Vinci encontró la sapiencia en sus padres y profesores, y con ella siempre iba experimentando, dos, tres y cuántas veces sea necesario, pero siempre respetando al más débil porque él también lo era. Aquella mañana, el 2 de mayo de 1519 en la ciudad de Amboise (Francia) el Hombre Universal cerró sus ojos para no volver a despertar; aunque si cerramos nuestros ojos y pensamos en él, nos daremos cuenta que estamos más conectados que nunca, y cuando verdaderamente estudiemos, el Genio Universal estará diciéndote: ¡no aflojes, porque lo vamos a superar!

 

Por Francisco Díaz.  Profesor y Magister en Educación

Fuente:

Martínez, E. Cuentos del Renacimiento Italiano. Ediciones Gadir. Madrid. 2012 pp.152-161.

Da Vinci, L. Cuadernos de Notas. Ediciones Edimat. Madrid. 1999. Extracto.

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