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Cuando hablamos de Maipú, rápidamente viene a nuestras mentes el símbolo del abrazo de Maipú, ocurrido el 5 de Abril de 1818 entre el General Don José de San Martín y el General Don Bernardo O´Higgins en la grandiosa “Batalla en los llanos del Maipo”. Por tan prodigioso hito, la Escuela de Suboficiales Del Sargento Segundo Daniel Rebolledo Sepúlveda y las autoridades de la ilustre municipalidad de Maipú, realizaron un homenaje en reconocimiento a los soldados que dieron su vida por consolidar una patria libre, que hoy la disfrutamos como una República Independiente.

De este modo, el estrenado sábado 25 de Abril a las 20:30 horas, se presenció en la explanada del Templo Votivo de Maipú o Basílica Nuestra Señora del Carmen (Av. Del Carmen con Av. 5 de Abril) la “Alegoría de la Victoria de Maipú” con un centenar de maipucinos (a pesar del frío), entre niños, jóvenes, adultos y ancianos que esperaban con ansia el gran espectáculo. Pero, lamentablemente, las críticas no fueron las mejores, porque no había un correlato claro de lo que sucedió el día 5 de Abril de 1818. Es decir, el programa de inicio a fin, contempló desde la primera Junta de Gobierno (18 de Septiembre de 1810), continuando con la gobernación de Don José Miguel Carrera, pasando por las batallas sucedidas entre 1813-1814 (“Patria Vieja”); más tarde, con las acciones más verosímiles del periodo de “La Reconquista” (1814-1817) y la resistencia patriótica, destacándose Don Manuel Rodríguez; y finalmente, el comienzo de “La Patria Nueva” con la “Batalla de Chacabuco” (12 de Febrero de 1817), declarándose la Independencia de Chile (12 de Febrero de 1818), el “Desastre de Cancha Rayada” (19 de marzo de 1818) y la Consolidación de la Independencia en la “Batalla de Maipú” (5 de abril de 1818).

Todo el programa independentista, para ser representado en una hora y doce minutos es muy ostentoso para la celebración del día “5 de abril”, puesto que las personas del público a los 45 minutos (aproximadamente) ya habían perdido la atención, porque en cada batalla que representaban los 400 jóvenes Dragoneantes, se ejercía naturalmente una percepción reiterativa, aunque cambiaban la posición de escena en el combate, sea ésta en la escenografía de la Iglesia o de la Casa de Lo Espejo. Además, con una narración no muy elocuente, dado los dialectos de la época, principalmente, el dialecto mendocino, y la falta efusiva del narrador en los discursos de guerra por parte de los Generales a sus soldados, antes de enfrentar al enemigo. En sí, la locución y la redundancia cansaron la concentración del espectador.

Francisco Díaz Céspedes
(*) Francisco Díaz es profesor y Magister (c) en Educación

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