EL SINDICATO DEL PLEBISCITO
El tiempo es un enemigo de los recuerdos y sobretodo de la legitimidad de los mismos. La transición del relato histórico al mito lo provoca solo el pasar de los años. Hago este preámbulo solo para evitar comentarios ulteriores de quienes participaron de estos eventos y que al igual que el suscrito fueron testigos.
Fue el año del plebiscito del 89 que llegue al Liceo Municipal a reemplazar a mi antiguo y querido profesor de historia Jorge Herrera, exonerado junto a otros colegas justo un año antes por las autoridades de la Codeduc dirigida en ese entonces por un grupo de jóvenes profesionales, traídos por el alcalde Krumm desde la comuna de Buin y liderada por un joven e inteligente ingeniero Pablo Bull (apellido que homenajeaba muy bien el carácter del pequeño Gerente de la CODEDUC , pero con una capacidad increíble).
Yo había llegado a la CODEDUC apitutado por el secretario municipal Alejandro Robles (sempiterno funcionario municipal), que conocía muy bien a mi hermano mayor, también funcionario Municipal y quien en una tarjeta de visita, escribió una escueta recomendación que me sirvió como carta de presentación para ingresar primero al liceo A 73 y al año siguiente al LM.
Recuerdo muy bien que en mi entrevista en la CODEDUC, a la cual llegué conjuntamente con una profesora de Castellano, tan apitutada como yo, de apellido Abrigó (Josefina). A ambos nos pidieron que trabajáramos además en la implementación de un Pre Universitario de la CODEDUC, proyecto del cual después yo me bajé.
La señora Abrigó tuvo una meteórica carrera en la Codeduc, que la encumbró como Jefa de Educación por años, sobreviviendo a innumerables Gerentes y Alcaldes (no sé hasta el día de hoy sus méritos académicos para estar tantos años en tan relevante cargo, mis contactos con ella se truncaron después del episodio que trata este relato y solo me encontré con ella, coincidentemente, cada vez que fui al Casino De Viña o al Monticello recién inaugurado. Lo curioso es que yo voy muy poco a los casinos, lo mío es la hípica, pero juro que por años, siempre me la topaba en las tragamonedas).
UN LICEO DE SELECCION
Llegué a ese Liceo, que conocía desde mi infancia en la población INSA y luego en las villas de Alberto Llona, entre la Patrona de Chile y la población del Seguro Social. La mayoría de mis amigos se fueron de la escuela INSA al Liceo Maipú, no antes sin postular y pasar un proceso de selección, pero mi madre, por ese temor casi enfermizo a que nos atropellaran cruzando el fatídico camino a Melipilla (otrora primera autopista de 2 vías de Chile), que tanta animita fabricó por años, optó por mandarnos a estudiar al otro lado de la comuna, en las Rejas con 5 de Abril (Villa Francia), sin sospechar que la amenaza de morir atropellado eran una “alpargata” comparado con la posibilidad de morir de un balazo o acuchillado en el perímetro que rodeaba el Liceo de Hombres Nº16, flanqueado por las poblaciones combativas como la Alessandri, Los Nogales, Santiago (la de los panteras o chaquetas negras) y la Villa Francia.( CONTINUARÁ)