PRESENTACIÓN :
Una modesta calle ubicada en una sencilla e histórica población de Maipú habitada por empleados y obreros de la Industria Fensa, recuerda el nombre de uno de los ensayistas más destacados de comienzos del siglo xx en Chile, el profesor Alejandro Venegas Carús. La calle se denomina «Alcalde Venegas», haciendo referencia a este intelectual y pensador que vivió los últimos días de su existencia en nuestra comuna ,ocupó el cargo de Alcalde. En la lista de alcaldes consignada en la Historia de Maipú de Raúl Téllez se consigna este hecho pero con un nombre erróneo, Alejandro Venegas Rojas, siendo la denominación correcta Alejandro Venegas Carús.
En esta ocasión presentamos la primera parte del capítulo referido a Alejandro Venegas Carús que forma parte del libro inédito «Educación e Historia de la Ciencia en Chile. Siglo XX» , del profesor ,escritor y columnista de Radioeme, Francisco Díaz Céspedes.
ALEJANDO VENEGAS ANALIZA Y CRITICA A LA OLIGARQUÍA Y LA CLASE GOBERNANTE POR LA NEGLICENTE ORGANIZACIÓN SOCIO POLÍTICA Y SOCIO CULTURAL
.
En el relato “oficial” de nuestra historia como país, por lo general, siempre aplaudimos o hemos reconocido, para bien, las obras sociales y educacionales que han impulsado las autoridades finiseculares del siglo decimonónico. Así, bajo la Presidencia de Domingo Santa María (1881-1886), se efectuó las reformas políticas religiosas (1883-1884), con la idea de separar los poderes eclesiásticos del Estado, y de favorecer los proyectos de ley que declaraban laicos y comunes los cementerios, el matrimonio y el registro civil. Posteriormente, la administración de la Presidencia de José Manuel Balmaceda (1886-1891), en Santiago se construyeron la Escuela de Medicina, Escuela de Artes y Oficios, Internado de Santiago, Inspección de Instrucción Primaria, Escuela Normal de Preceptores, el Instituto Pedagógico, primeros Liceos fiscales de niñas, la creación de la Universidad Católica (propiedad de la Iglesia Católica); en Valparaíso: Liceo de Niñas y Escuela Naval; en Iquique: Liceo de Hombres y Escuela Normal de Preceptoras; en Coquimbo: Escuela Superior; en San Fernando: Liceo de Hombres; en Chillán: Escuela Normal; en Concepción: Escuela Normal. Luego, durante el gobierno de Jorge Montt Álvarez (1891-1896), fundó tres nuevos liceos y la Escuela Normal de Valdivia. Después, el mandatario Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901), creó la Escuela profesional de Niñas de Valparaíso, el Instituto Comercial de Santiago, la Escuela de Matronas, el Instituto Comercial de Iquique. Consecutivamente, bajo la Presidencia de Germán Riesco Errázuriz (1901-1906), tuvo que enfrentar el aumento de la población urbana y el amplio número de trabajadores de la clase obrera, agitándose huelgas por óptimas condiciones laborales y derechos sociales, iniciándose un proceso cuyo nombre es “la Cuestión Social”. Sin embargo, se logró fundar numerosos establecimientos educacionales, especialmente liceos. Más tarde, el gobierno de Pedro Montt Montt (1906-1910), tendría la responsabilidad de la matanza de Santa María de Iquique. No obstante, se instauraría la Escuela de Química y Farmacia, el Instituto de Educación Física, la Escuela Normal de La Serena y otros numerosos establecimientos educacionales. Seguiría, la Presidencia de Ramón Barros Luco (1910-1915), lo cual construyó la Biblioteca Nacional y el Museo Histórico, y fundó el Liceo José Victorino Lastarria.[1]
[1] Cf. De la Peña, A.: Manual Historia de Chile, Ediciones Occidente S.A., Santiago de Chile, 1995, pp. 295-315. Cabe subrayar que “El gobierno, siendo ministro don José Manuel Balmaceda, apoyó en el congreso aquellos proyectos, los cuales quedaron convertidos en leyes, a pesar de la viva oposición del clero y de los conservadores. La autoridad eclesiástica execró los cementerios laicos. El gobierno contestó con un decreto que impedía el establecimiento de cementerios particulares católicos, lo que muchos liberales no aprobaban.” En pp. 295-296.
A pesar de todos los intentos posibles por mejorar la institucionalidad educativas del país, Alejandro Venegas Carús no tardaría en demostrarle a la clase oligárquica y gobernante, la negligente organización socio-política y socio-cultural de la realidad chilena. Y lo manifestó en sus misivas al Presidente Montt Montt, narrándole, la ausencia de una educación eficiente para los habitantes de Chile, tanto en el desarrollo moral, la administración de los recursos, y la inexistencia del avance científico. Venegas Carús escribiría, desde la base familiar que: “A los padres poco o nada les importa que las unas pierdan lastimosamente los años y la salud sin aprender otra cosa que unas cuantas labores de manos y muchos rezos, y que a los otros se les dé una instrucción sectaria e incompleta, de muchos relumbrones y nada de ciencia, maleándoles el carácter y haciendo de ellos individuos solapados y serviles.”[2]
[2)Dr. Valdés Cange (Alejandro Venegas) Cartas al Excelentísimo Señor Don Pedro Montt. Sobre la crisis moral de Chile en sus relaciones con el problema económico de la Conversión Metálica. Primera Parte, Imprenta y Litografía “Universo” Soc., Valparaíso, Chile, 1909, p. 29
.
Para el profesor e investigador chileno Rafael Gumucio, el contexto social durante el Centenario, la administración gubernamental no delineaba las directrices correspondientes de un Estado moderno, puesto que la clase gobernante mantenía y perpetuaba el control por medio del mando y la obediencia, a pesar de que el bajo pueblo, el mestizo, intentara de optar por los estudios académicos o tratar de tener alguna relación afable con las familias de élite. De modo que en la materialidad práctica, Gumucio postula que “los cargos principales se repartían por cuña, los jueces eran nombrados por los partidos políticos, había que ser muy tonto para ser un empleado honesto que, generalmente, moría pobre y olvidado; los tinterillos dominaban las provincias extremas del país; la educación pública era un negocio y la privada era aún peor; los sacerdotes salesianos explotaban a los alumnos trabajadores, en la Isla Dawson y las religiosas comercializaban los alfajores, hechos por las alumnas pobres, negándoles la fórmula para que ellas los pudieran vender independientemente; existía un seminario para ricos y otro para pobres, un colegio para ricos y otro para pobres, incluso, el Instituto Nacional se dividía en dos secciones, una para ricos y la otra para pobres.”[3)
[3] Gumucio, R.: Hace casi cien años, Alejandro Venegas, [Julio Valdés Canje], anunció la rebelión de los pingüinos. http://piensachile.com/2007/01/hace-casi-cien-anos-alejandro-venegas-julio-valdacs-canje-anuncias-la-rebeliasn-de-los-pingafi/ (Consultado el 12 de octubre de 2018).
Venegas Carús no fue indiferente a los hechos mencionados por el historiador, y criticó duramente a la élite, pero no desde el vox populi del silencio abatido, sino de las graderías como un Recabarren que no le temía al repudio de los oligarcas. Por ejemplo, entre uno de muchos casos, Venegas demandaba que la educación en Chile debía estar en la formación reconciliadora por medio de los cambios generacionales.
El profesor, creía que la juventud aún no estaba inficionada por completo de las estrategias de los dominadores, y manifestó que “es preciso apoderarse de esos corazones tiernos, limpiarles las suciedades heredadas y depositar en ellos la simiente que, fructificando, los convierta en vaso de virtudes: la salvación está en la escuela.”[1]
Por consiguiente, Venegas Carús proponía una escuela que propugne una buena instrucción, que emprenda valientemente la reforma sin contemplaciones de ningún género, y sustente la calidad de vida de los maestros en el sistema de remuneraciones mixtas, de modo que los pedagogos no estén huyendo de las escuelas rurales o de pueblos chicos “pechando” por otras partes para obtener un mejor pago.[2] La mejor escuela, según Venegas, es la que impera en depositar la fe en la ciencia, y que destruya los prejuicios moralistas y religiosos que estructuran el paradigma de dominación colonial -pero esta vez ejercida por la clase holgazana- para dar cabida a la inteligencia humana, y que esta sea capaz de evitar los terrores de la superstición y el miedo a la tiranía.[3] Por esta razón, el educador planteaba una reforma educacional que debía ser gradualmente aplicada a la nación. Entre otras sugerencias propias, hace mención de que “a medida que las escuelas normales vayan dando preceptores bien preparados, se irán transformando las escuelas primarias actuales en establecimientos verdaderamente educadores, en los cuales, juntamente con dar los conocimientos, se desarrolle armónicamente la personalidad del niño por sus tres aspectos: físico, intelectual y moral. La enseñanza primaria se daría en dos grados: la elemental y la integral (…). A las escuelas elementales irían los niños a la edad de 7 a 8 años a aprender a leer y a prepararse para seguir en las integrales o en las agrícolas, o en las de minería, o en las de artesanos, o en las profesionales, si se trata de niñas. En las escuelas elementales se dará, pues, la enseñanza que debemos considerar como el mínimo de lo que debe saber un ciudadano.”[4]Además agrega: “(…) los estudios secundarios exigen una reforma trascendental en
[1] Óp. Cit. Venegas, A: Sinceridad. Chile Íntimo en 1910…, p. 240.
[1] Cf. Ibídem., pp.207-208.
[1] Cf. Condorcet, N.: Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (Traducción de González, F.), Fondo de cultura Económica, México, 1997, p. 178. [1] Óp. Cit. Venegas, A: Sinceridad. Chile Íntimo en 1910…, p. 211.
[2] Cf. Ibídem., pp.207-208.
[3] Cf. Condorcet, N.: Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (Traducción de González, F.), Fondo de cultura Económica, México, 1997, p. 178.
[4] Óp. Cit. Venegas, A: Sinceridad. Chile Íntimo en 1910…, p. 211.
una rama de conocimiento que por considerarla de mayor importancia la he dejado para lo último (de la carta), me refiero a la enseñanza de la lengua materna, el castellano.
La tendencia a imitar ciegamente sin tomar en cuenta si estamos en el mismo caso que el modelo ha hecho que entre nosotros no se dé a esta asignatura el lugar que corresponde, y en consecuencia no se obtengan los frutos que era de esperar. Con afecto, señor, nuestros bachilleres no son capaces de escribir una página en correcto castellano (…).
Vos comprenderéis, señor, que esto es intolerable, que desbarramos los que hemos pasado la mitad de nuestra vida entre libros y revistas de ciencias, escritos en francés o bárbaramente traducidos, casi tiene algunas excusa; pero que disparaten los profesores de castellano es una vergüenza (…).”[1] Venegas interpreta que la preparación del cuerpo docente necesita de una formación idónea, para fomentar las investigaciones, tal como lo efectúan los docentes del Viejo Continente.
En efecto, Venegas Carús criticó sustancialmente los estudios del profesorado, ya que “(…) en las escuelas normales han faltado hasta ahora dos condiciones esenciales, la unidad de miras y los buenos profesores. Lo primero no ha existido y no existirá mientras no haya una cabeza que dirija toda la enseñanza primaria. Lo segundo tampoco existe a causa de que los profesores de estos establecimientos son casi en su totalidad ex alumnos, más o menos juiciosos, más o menos distinguidos, pero que no han hecho estudios especiales para ser profesores.
CONTINUARÁ
[8] Valdés Canje, Dr. J.: Sinceridad. Chile Íntimo en 1910, Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2009, p. XXV.