No hay excusa alguna para celebrar el día del profesor en nuestra patria, y como ya es parte de nuestra cultura, su origen es muy particular debido a los cambios (orientaciones políticas) que estiman los gobiernos de turno, tal cual como se puede apreciar en el siguiente relato:
“El día del profesor fue reconocido el 14 de junio de 1943, como El Día del Maestro; aunque posteriormente fue reemplazado por el 11 de septiembre en 1967, en recuerdo del fallecimiento de don Domingo Faustino Sarmiento (intelectual latinoamericano) en 1888.
No obstante, el decreto de ley 680 de 1974 lo trasladó al 10 de diciembre, en homenaje al recibimiento del Premio Nobel de Gabriela Mistral en 1945; Pero, finalmente, en 1977, por decreto de ley 1.938 nuevamente se reubicó y se renombró como día efeméride en nuestra fecha actual (16 de octubre), en recuerdo a la creación del Colegio de Profesores de Chile (CPC) en 1974.”
Independiente de los hechos, comprendemos que el profesor es el corazón de toda sociedad funcional, puesto que el conocimiento traspasa los cuerpos, y ellos son los únicos garantes del verdadero proceso educativo. Como decía el gran maestro latinoamericano, don Paulo Freire:” La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor… y mayor es un profesor, que enseña a los hombres en que no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.”
De modo, que deseo dar en esta fecha, un reconocimiento a todos los docentes de Chile por sus enseñanzas cuando tuvimos cuando niños, adultos y viejos. A pesar de que la delincuencia infanto-juvenil haya aumentado, la juventud más “automatizada” y “sintomatizada” por la falta de madurez en los últimos quince años y por una adultez que solo lee libros hasta los 35 años. Pero a pesar de todo, los profesores sin los alumnos no serían verdaderos maestros.
En conclusión si vemos a algún profesor, regalémosles unos chocolatitos para que sonría, mientras caen sus lágrimas por querer que sus “sin luz” (alumnos) aprendan día a día.
Por Francisco Díaz C.